El sábado fui a comer a La Cueva de Rafa, un restaurante muy especial. Tal como indica el nombre, el restaurante está en una cueva construida a 9 metros de profundidad, y lo especial especial especial es que no hay luces, la oscuridad completa.
¿Y cómo se sirve la comida?
¿Y entonces cómo se come?
¿Y dónde está la gracia de todo esto?
Alguien tiene que servir la comida, ¿y quién puede ser la persona más adecuada para servir a oscuras? Claro, una persona ciega.
Comer, se supone que tienes que comer con los cubiertos, pero al final acabas comiendo con las manos porque, por ejemplo, es bastante difícil cortar un trozo de trucha con almendras con cuchillo y tenedor. ¿Y cómo sabes si has pinchado un trozo de comida? El mesero, que es así como llaman aquí al camarero, nos contó que él se fija en el peso del tenedor para saber si lleva o no lleva comida.
Esta es la segunda vez que como a ciegas. La primera vez fue hace muchos años, en el 2004 o 2005, y aquella vez fue con una venda sobre los ojos. Esta vez fue más interesante, la venda es un poco molesta.
La gracia de comer a oscuras está en jugar con la comida, intentar adivinar lo que se está comiendo (se puede elegir un plato de la carta o pedir el plato sorpresa) y cómo ha sido cocinado. Sin duda alguna, una experiencia única que puedes practicar en casa.
Por cierto, si alguna vez comes con una persona ciega y come de forma civilizada, con cuchillo y tenedor (que será lo normal), piensa en lo difícil que es para esa persona (o mejor dicho, lo difícil que fue al principio hasta que logró dominar la técnica).
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